Texto do pregón da Semana Santa de Tui de Domingo González Lopo


La Semana Santa en Tui, Puerta a la Fe: tradición y catequesis para un nuevo milenio
Domingo L. González Lopo
Instituto de Estudios  Tudenses
Universidad de Santiago de Compostela


Lectura do pregón da Semana Santa de Tui
S.I. Catedral de Tui, domingo 17 de marzo de 2013



Excmo. y Reverendísimo Señor Obispo de Tui-Vigo.
Muy Ilustres Deán y miembros del Cabildo Catedralicio.
Señores concejales del Excmo. Ayumto. de Tui.
Sr. Presidente de la Asociación de Amigos de la Catedral de Tui.
Sr. Presidente de la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús y Santa Casa de Misericordia.
Ilustres Autoridades.
Señoras y Señores.

No puedo iniciar este acto sin manifestar públicamente las muchas emociones que me embargan en este momento al hallarme en una catedral a la que me siento tan ligado y en la que hace hoy justamente un año, mi hijo Luis Manuel era ordenado diácono. Como es de razón, deseo comenzar haciendo patente mi sincero agradecimiento hacia los organizadores de esta iniciativa, por su gentileza al pensar en mí como orador para dar inicio a los actos de la Semana Santa de Tui. Algo que me llena de satisfacción por cuanto, como he manifestado con frecuencia imitando el decir de nuestros escritores del Siglo de Oro, yo soy vigués de nación, compostelano de adopción y tudense de corazón. Ciertamente no me cabe en el desarrollo de este sentimiento de profundo amor a Tui, mérito alguno, pues se debe a la fortuna de haber sido acogido e introducido en la ciudad por dos personas que han dejado en mí profunda huella: D. Jesús Gómez Sobrino, de inolvidable recuerdo, y D. Ernesto Iglesias Almeida, Cronista Oficial de esta ciudad; excelente historiador, investigador infatigable y amigo generoso, de cuyos trabajos es deudora en gran medida la exposición que voy a hacer ante ustedes.
Me van a permitir, antes de entrar en materia, que alargue un poco más este proemio, porque el lugar en el que estamos tiene para mí una gran significación personal y recuerdos muy emotivos. Aquí traigo todos los años desde Santiago a mis alumnos norteamericanos para introducirlos en el conocimiento y el disfrute de la belleza de esta ciudad y de su catedral; en ella les explico el origen de una expresión que les es familiar desde el punto de vista cultural (los fuegos de San Telmo), perdido para ellos –en su mayor parte protestantes, judíos y musulmanes- el sentido religioso que tuvo en sus orígenes ligada a nuestro patrono. Aquí, hace ya algunos años, uno de ellos acabó por confesarme que su ilusión sería poder vivir un día en Tui. El pobre Aarón nunca conseguirá ya su anhelo, pues su joven vida quedó truncada en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Para él mi recuerdo en este día desde un espacio que todavía nos une en la memoria.

Bien. Soy historiador y creyente, magro bagaje para la alta responsabilidad que se me confía, merecedora sin duda de un orador de sólida teología, de pastoral curtida en la experiencia, de profundo conocimiento litúrgico, de catequesis experimentada, en fin, de verbo vibrante y convincente; formación y cualidades, les aseguro, de las que carezco en absoluto. Por eso me disculparán si actúo como lo que soy, un humilde investigador del pasado, de fe simple, como la de mis mayores, pero como la de ellos, sólida e inquebrantable. Sirva este inicio para solicitar su benevolencia ante mis errores.

Siglos XIV y XV

La Semana Santa Tudense, tal como la conocemos en la actualidad, es fruto de un largo proceso formativo y evolutivo en el que se conjugan aportes de muy diverso origen. Muchos de los aquí presentes estarán de acuerdo conmigo, porque la Semana Santa de hoy, aún guardando elementos comunes, sin duda presenta también notables diferencias con la que conocieron durante su infancia. Pues bien, ese hecho forma parte de un proceso que arranca de mucho más atrás, al menos desde el siglo XIV. Buscar sus raíces nos obliga, naturalmente, a acudir a este lugar, a la catedral, pero también, y de modo especial al convento de Santo Domingo, ya que es la nueva espiritualidad de las órdenes mendicantes la que va a traer aportes decisivos para la configuración de las manifestaciones de la Semana Santa, pues dominicos y franciscanos, en expresión feliz del historiador del Arte francés Emilio Mâle, fueron los que enseñaron a Europa a llorar sobre las llagas de Cristo.
A los frailes dominicos, presentes en la ciudad desde 1272, y al cabildo catedralicio los encontramos simbólicamente unidos en el que sin duda es, hasta la fecha, el texto más antiguo en que se alude a las conmemoraciones relacionadas con la Semana Santa. Se trata de una escritura del notario tudense Nuno Gonçalves, fechada el 4 de abril de 1371 ó 1381 y que ha sido publicado recientemente por nuestro colega Suso Vila. Dice así en el fragmento que nos interesa:

“ordinaron   que a procissom et chamom que de costume suyam de faser hu esteve o mosteiro de sam domingo o vello a par da corredoyra, por a sesta feira dante Ramos, que a fesessem aa iglesia de Sam Giaao dos gaffos et que a preghaçom que suyam de faser hu esteve o carvallo, que a façam enna eyra de Sam Giaao”.

Se trata de un texto interesante que nos plantea interrogantes, pero que también nos ofrece algunas hipótesis dignas de consideración. La “sesta feira dante Ramos”, es lo que hoy llamamos el Viernes de Dolores, pero esa fiesta litúrgica no se establece oficialmente hasta el Sínodo de Colonia de 1423, y sólo para esa diócesis. Su creación está ligada a la nueva espiritualidad profundamente mística que surge en la región del Rhin –a cuyas orillas se encuentra dicha ciudad- y en los Países Bajos, y que conocemos con el nombre de Devotio Moderna. Los dominicos jugaron un papel relevante en su aparición y la meditación sobre los sufrimientos de Cristo y de su Madre al pie de la cruz va a ser una iniciativa promovida por ellos de manera intensa a través de sus escritos y sus sermones. Por eso, es en los círculos dominicos (también en los franciscanos,  pero esta orden tardará aún siglos en llegar a la ciudad) donde empiezan a surgir representaciones de Cristo crucificado de gran realismo, cuya presencia en el convento de Tui está atestiguada con el Santo Cristo de las Aguas, cuya relación estilística con los de Orense y Finisterre, permite datarlo en la primera mitad del siglo XIV. Esta espiritualidad dominica profundamente ligada a la Pasión y Muerte de Cristo, nos explica que ya en la segunda mitad del siglo XIV se celebrara en su convento tudense la ceremonia del Desenclavo, como confirma la existencia de una imagen articulada de Cristo de aquel periodo, hoy custodiada en las dependencias del Museo Diocesano. El origen de esta ceremonia está relacionado con la renovación que llevan a cabo los dominicos (también los franciscanos) hacia finales de dicho siglo en su método de predicar, y que entre otras novedades incluye el frecuente empleo de imágenes para conmover al auditorio y hacerles llegar de forma más efectiva el mensaje de los sermones. No es una casualidad, por tanto, que incluso tras la Desamortización y la desaparición definitiva de los dominicos de esta ciudad hace ciento setenta y ocho años, los tudenses hayan continuado asistiendo a su iglesia –fieles a una cita fuertemente asentada en su ánimo tras siglos de tradición- para rememorar aquel episodio de su Pasión.
No sería, pues, de extrañar que a los Padres Predicadores se debiera también la introducción del culto a la Dolorosa en nuestra ciudad, pues en los inicios de esta devoción encontramos a destacados dominicos pertenecientes a los círculos de místicos alemanes, como es el caso de fr. Enrique Susón, fr. Juan Tauler o el Maestro Eckart. Esto explicaría la tradicional veneración a la Virgen del Dolor en Tui -cuyas advocaciones e imágenes se multiplican en ella a lo largo del tiempo-, así como el profundo, fiel, e inquebrantable cariño que sus habitantes les guardarán hasta nuestros días.
La espiritualidad dominica dará origen a otra manifestación muy característica de la Semana Santa: las cofradías de disciplinantes, normalmente puestas bajo el título de la Vera Cruz. Posiblemente su fundación en Tui es temprana; sospecho que ya debió existir alguna en el siglo XIV estimulada, como en otros lugares, por el impacto de la Peste Negra. De todos modos nos consta que San Vicente Ferrer las promovió y este santo dominico, aunque no nos consta su paso por la ciudad, sí predicó en Santiago en torno a 1412 dejando una profunda huella en el ánimo de la población y sin duda en los numerosos conventos de su orden que ya para entonces existían en Galicia. Sabemos que en nuestra región estaban muy extendidas a mediados del siglo XVI porque el Concilio Provincial Compostelano de 1565-66 convocado en Salamanca por el Arzobispo de Santiago D. Gaspar de Zúñiga para introducir los decretos del Concilio de Trento, aprobó normas para regular su comportamiento.

Por otra parte, las Sinodales del obispo D. Diego de Muros nos informan cómo ya en 1482, después de la misa de Jueves Santo, se llevaba en procesión al Santísimo para depositarlo en el monumento, siendo velado durante toda la noche en esta catedral por los vecinos de la ciudad. Las sinodales del obispo D. Diego de Avellaneda de 1528 reproducen esta constitución.

Siglo XVI

El Concilio de Trento, del que se conmemora este año el 450 aniversario de su clausura, va a tener un impacto importante en las celebraciones de Semana Santa. Con motivo de la aplicación de sus reformas el rey Felipe II, que había procurado situar al frente de sus diócesis a prelados reformistas, envió instrucciones detalladas a éstos con el fin de que eliminaran una serie de abusos relacionados con el día de Jueves Santo, donde por aquel entonces se concentraban las celebraciones más relevantes. Quería el rey que se suprimiesen de raíz las procesiones de disciplinantes y que las iglesias se mantuvieran cerradas toda la noche prohibiendo a los fieles acudir a ellas, con el fin de evitar comportamientos poco edificantes. Este dirigismo filipino nos ha proporcionado un interesante documento que fue publicado hace ya algunos años por el P. García Oro; está fechado el 27 de Diciembre de 1575 y es la respuesta del obispo de Tui, D. Diego Torquemada -el mismo que yace enterrado en esta capilla, y cuya estatua orante nos contempla- al requerimiento del monarca. Nuestro prelado, frente al radicalismo del soberano, aconseja actuar con prudencia, pues, asegura:

“…si en estos tiempos en que tan desenfrenadamente los herejes blasfeman de las sanctas ceremonias de la Yglesia, mudásemos o alterásemos algo dellas, seria rindirnos en çierta manera a su paresçer y convenir con ellos en algunas cosas, de lo qual a de huyr el crystiano aun en las cosas indiferentes. Los inconvenientes que suele aver en semejantes ayuntamientos [se refiere a las reuniones nocturnas con motivo de las procesiones o la vela del Santísimo] bien es remediarlos, pero no de manera que por arrancar la mala yerva se arranque también el trigo”.

Por eso proponía adoptar las siguientes medidas:

-Que no salieran mujeres solas por la noche con mayor libertad de la que convendría.
-Que la procesión de disciplinantes saliera al ponerse el sol o a primera hora de la noche, sin que en ella participaran mujeres, ni como acompañantes ni como penitentes.
-Que las mujeres que quisieren ir a velar el monumento fuesen por la tarde o al anochecer y no salieran de la iglesia hasta el día siguiente por la mañana, prendiendo la justicia a la que anduviese sola de noche por la calle.
-Que las capillas de las iglesias estuviesen cerradas, y éstas bien iluminadas, y que hubiese vigilantes para despertar a los que durmiesen en la iglesia, en especial ante el monumento.
-Que las tiendas, bodegones, confiterías y boticas cerraran al anochecer, sin vender nada para que no se quebrantase el ayuno.
-Que las mujeres y los hombres se sentasen  en distintos lugares en las iglesias y no fuesen juntos en las procesiones.

Específicamente en referencia a las cofradías de disciplinantes el texto decía lo siguiente, que por su interés, aunque es algo extenso, leemos en su totalidad:

“En la cofradía de los disciplinantes paresçe también sería necesario remediarla de manera que oviesse grande cuenta con los que se resçiben en ella, que no fuesen mujeres ni mentecaptos, ni públicos viçiosos sino estuviesen enmendados; que todos fuesen con un mismo hábito, que no se les diese aquella noche comida ni bebida, ni por las calles se les diese a beber ni comer, y que el Jueves Sancto comulgasen todos y se hiçiesen amigos si avia algunos que no lo fuesen, que por colaçion antes de salir se les predicase o hiçiesse una plática espiritual, que por ninguna ocassion dejasen andar a otros penitentes públicos aquella noche, sino fuese en aquella proçession.
Que no se permitiese otra manera de penitencia sino fuere la de disciplina o el yr descalços, sin dar lugar a que lleven pesos a cuestas o cadenas o otras cosas semejantes, sino fuese solamente el cruçifixo e insignias de la cofradía, y que estas y las imágenes las llevasen todas los cofrades penitentes”.

Así pues, de cuanto llevamos dicho parece deducirse que a lo largo de los siglos XIV, XV y XVI la Semana Santa de Tui estaba organizada en torno a tres hechos importantes con algún acto preparatorio previo “la sexta feira dante Ramos”, como se señala en el texto que ya hemos leído:

-Los actos litúrgicos de la Catedral, que incluían la misa, la colocación  del Santísimo en el Monumento y su vela durante toda la noche.
-La procesión de disciplinantes (¿de la Vera Cruz?) ese día por la noche, en la que además de los penitentes ocupaba un lugar destacado la cruz y algunas imágenes (¿cuáles?).
-El Desenclavo en el convento de Santo Domingo la tarde del Viernes Santo.

No podemos cerrar este capítulo dedicado al siglo XVI sin mencionar que en 1542 se fundó la Hermandad de la Santa Casa de la Misericordia, que desde 1571 contará con una nueva capilla. Andando el tiempo tendrá un gran protagonismo en la Semana Santa de Tui, y es posible que ya desde muy pronto comenzase a intervenir en las manifestaciones públicas de esos días.

Siglo XVII

Durante el siglo XVII las procesiones de Tui ganan en complejidad, pues al igual que en otras ciudades, se multiplican en número y van incorporando pasos procesionales construidos a iniciativa de las nuevas cofradías que se van fundando. Se introduce así un importante cambio cualitativo en sus objetivos, pues frente a carácter exclusivamente penitencial y expiatorio que tenían antaño, y de cuyos excesos siempre desconfió la Iglesia, se convierten ahora en una catequesis, al tiempo que, siguiendo las directrices tridentinas, se emplean las imágenes para conmover a los asistentes y estimular en ellos la reflexión y la meditación sobre la Muerte y la Resurrección del Señor. De ahí el aumento progresivo de sermones de contenido específico ligados a estas celebraciones (el de las Siete Palabras, el del Encuentro, el del Ecce Homo…), que irán apareciendo a lo largo de la segunda mitad de este siglo y del siguiente.

En los años cuarenta de esta centuria se fundan dos hermandades que están llamadas a tener un fuerte protagonismo en la Semana Santa de Tui. En 1645 se crea la de Nuestra Señora de la Soledad con sede en la catedral, que se convertirá en la protagonista de la procesión de la tarde del Viernes Santo en la que, tras el Desenclavo en Santo Domingo, se rememoraba el entierro de Cristo, para el que en un principio se utilizó la imagen yacente que todavía hoy puede verse en su retablo –encargado en 1694- a los pies de la imagen de la titular. Como nos indica D. Ernesto Iglesias Almeida en su trabajo sobre la Semana Santa de Tui, en 1653 iba flanqueado por seis hombres armados, precedidos por un trompetero y dos tambores. De lo pronto y profundamente que arraigó esta devoción entre los tudenses tenemos una prueba en sus testamentos. Según estos nos revelan, ya a principios del siglo XVIII estaba fuertemente asentada la costumbre de enterrarse en las proximidades de su altar; también la tienen como destinataria en torno al 14% de las limosnas que se disponen en dichos documentos durante todo el siglo. Una de las más curiosas es la que le deja D. Pedro Nolasco Logu, Arcediano de Taboexa, el 22 de Septiembre de 1758; se trata de “un estuche de Matemática (…) para que se venda o rife, y su producto se utilice en lo más que haga falta en la capilla”, advirtiendo que vale más de lo que parece. La más generosa, los 500 reales que le dona un sacerdote de la ciudad. Es tanto el fervor que manifiestan los mencionados testamentos, que sin duda se podría aplicar a esta imagen las palabras que un peregrino dirigió a la Virgen de la Soledad de la catedral de Santiago, cuando afirmó que nunca había visto una Soledad tan acompañada.

Poco después, en 1647, se crea en la capilla de la Misericordia la cofradía del Dulce Nombre de Jesús, del que debía existir una imagen anterior a esta fecha, cuyas características y antigüedad desconocemos. Será reemplazada por una nueva en 1691, y durante mucho tiempo la llamarán los vecinos de la ciudad el Santo Nombre de Jesús, apareciendo el título por el que hoy es conocida –Dulce Nombre- a partir de los años treinta del siglo XVIII, denominación que se generaliza en la segunda mitad de la centuria, según hemos podido apreciar en la documentación testamentaria. También desde muy pronto se ganó el afecto de los tudenses, pues en un 12% de las últimas voluntades que hemos estudiado aparecen encargadas misas en su honor.
Salía en procesión el Jueves Santo por la mañana y se escenificaba el Encuentro entre el Señor y su Madre en la calle de la Amargura. Como sostuvo en su día D. Manuel Fernández-Valdés, es posible que las imágenes que participaban en ella acabaran asumiendo el papel protagonista de un anterior auto sacramental, muy frecuentes en la Baja Edad Media y en el siglo XVI, que de esta manera pudo subsistir ante la creciente oposición de las autoridades eclesiásticas a que se escenificasen. Que existían y estaban extendidas sus representaciones en Galicia, lo sabemos porque el decreto número once del atrás mencionado Concilio de la Provincia Eclesiástica de Santiago de 1565-66, los prohibió. En Pontevedra, con todo, el Auto del Prendimiento subsistió hasta 1670, aunque es posible que de forma intermitente continuara escenificándose hasta 1701, momento en que quedó definitivamente suprimido. En Finisterre, no obstante, se sigue representando el Auto de la Resurrección del Señor la mañana de Pascua.

Desconocemos si los seis gremios de Tui tenían un papel activo en la organización de las procesiones, como sucedía en otras ciudades gallegas, en especial a partir del momento en que la procesión del Santo Entierro empezó a tener carácter institucional al ser patrocinada por el Ayuntamiento. Nos tienta pensar que las figuras que en esta procesión a finales del siglo XIX representaban escenas bíblicas, fuesen una reminiscencia de aquella participación (su número, seis, coincide con el de los antiguos gremios), pero el tema encaja más con una escenografía decimonónica, que con la espiritualidad Barroca.

El Siglo XVIII

Durante el siglo XVIII las procesiones de Tui se enriquecen gracias al asentamiento definitivo de los franciscanos en la ciudad, cuya llegada había tenido lugar en 1642 huyendo de la guerra con Portugal. En 1684 empezaron la construcción de su convento, terminando la obra de su iglesia en 1727. La presencia franciscana tuvo que suponer un impacto muy importante, por cuanto su espiritualidad, como ya hemos comentado, estaba muy ligada a los misterios de la Pasión y Muerte de Cristo, y su aportación a los actos de Semana Santa en ciudades como Pontevedra o Santiago fue muy relevante. El hecho de que la imagen de su Crucificado se haya convertido en el protagonista del Desenclavo y de la posterior procesión del Entierro, así lo indica. Desgraciadamente la Desamortización expulsó a la orden de la ciudad y dispersó sus archivos, por lo que resulta hoy muy difícil reconstruir el papel que jugaron.

Lo que sí prevaleció fue el aporte de la V. O. T., que fundada en 1703 introdujo en la Semana Santa tudense, como era habitual en esta orden, la procesión del Ecce Homo la tarde del Domingo de Ramos, seguramente con sermón incorporado en medio de ella, como sucedía en las que de modo análogo organizaban en otras ciudades (así sucedía en Vigo, Santiago, Pontevedra o Mondoñedo, por ejemplo).

Durante este siglo la Cofradía del Dulce Nombre de la Misericordia entra en crisis, como indica el hecho de que desde 1740 dejaran de elegirse oficios. Puede ser que esto explique la causa del descenso de los enterramientos en su capilla, que de estar presentes en el 22% de los testamentos de la primera mitad de la centuria, caen por debajo del 3% en sus últimos cincuenta años. Sin embargo, no parece que esto perjudicase a la procesión, que tal vez entonces pasó a estar bajo la responsabilidad exclusiva de los curas de la catedral, uno de los cuales desempeñaba el oficio de prior, recibiendo por ello en 1799 todos los enseres de la hermandad. En cualquier caso en el último tercio del siglo XVIII, comienza a ser citada en los testamentos una nueva imagen de la Dolorosa perteneciente a esta cofradía, hasta entonces nunca mencionada, lo que parece una prueba de dinamismo, al menos, en el terreno devoto:

-José Álvarez, vecino de Randufe, el 3 de Abril de 1776 funda una misa rezada perpetua el día de Difuntos en el Altar de Ntra. Sra. de la Soledad de la Misericordia.

-El 29 de Julio de 1787, Bernarda Balverde, también de Randufe, dice ser cofrade de Ntra. Sra. de la Soledad inclusa en la Capilla de la Misericordia.

-También D. Ernesto Iglesias hace referencia a la presencia en 1788 de una Dolorosa que acompañaría al Nazareno, que se cita en las obras de enlosado de la Capilla.

Sin duda durante este siglo la liturgia desarrollada en la catedral fue ganando en solemnidad y aparato. Buena prueba es el encargo de la nueva estructura para el Monumento, contratado en 1775, y del que todavía podemos disfrutar, constituyendo hoy por su rareza una de las joyas de nuestra catedral. Tal vez un signo de cuanto estamos afirmando sea el donativo de un instrumento musical -un clave-, para ser usado en el coro de la catedral en las funciones de Semana Santa, legado que hace en su testamento de 25 de Diciembre de 1787 D. Juan Manuel Salgado Enríquez de Mendoza Cabrera y Guzmán, canónigo prebendado y Conde de Borraxeiros.
Me van a permitir que haga un inciso y me aleje un momento de la ciudad para hacer una breve referencia a lo que sucedía en las parroquias de la diócesis. También en ellas las conmemoraciones de Semana Santa ganan en solemnidad desde la segunda mitad del siglo XVII en adelante gracias a la fundación de las cofradías del Santísimo Sacramento, que hacia 1780 estaban implantadas, al menos, en el 67% de las feligresías (en la vecina diócesis de Braga no llegaban al 40% en 1758). Éstas no sólo tendrán a su cargo el cuidado del culto eucarístico y la organización de la fiesta del Corpus, sino también la erección del monumento del Jueves Santo. Además, a imitación de lo que ocurría en la ciudad, y tal vez debido al estímulo de las misiones de dominicos y franciscanos, se van introduciendo otras prácticas, como por ejemplo, el Desenclavo, como el que aún tiene lugar, en Fornelos de Montes, que todavía hoy congrega a muchos vecinos de las parroquias circundantes. La presencia en los primeros años del siglo XIX de una Dolorosa y un Cristo yacente en la parroquia de Anceu, nos hace pensar en la existencia en ella de alguna procesión del Santo Entierro.

El Siglo XIX

Dos novedades son dignas de reseñar en esta centuria. Por un lado la revitalización de la Hermandad del Dulce Nombre, que se plasma en dos acontecimientos. El encargo en 1815 de una nueva imagen del Nazareno para la procesión del Encuentro, y el montaje del Huerto de los Olivos, cuya noticia más antigua es de 1818. Tal vez la elaboración de una nueva imagen deba relacionarse con las tropelías de los franceses durante su paso por la ciudad en 1809, pues en Santiago y Pontevedra dejaron muy dañados los pasos procesionales. No tenemos noticias de su comportamiento en Tui a este respecto, pero sin duda su estancia en la urbe dejó una amarga huella.

La culminación de las obras de la Capilla de San Telmo con su bendición en 1803, permitió que la cofradía de este santo construyera su propio monumento de Jueves Santo, que se unía así a los otros que se levantaban en la ciudad (catedral, convento de la Concepción y conventos de Santo Domingo y San Francisco). A éstos se vendría a sumar el de Capilla del Asilo desde 1882.

Por otro lado, a mediados de este siglo se organiza una nueva procesión, la del Santísimo Cristo de la Agonía, exclusivamente masculina, que recorrerá la ciudad la tarde del Domingo de Ramos antes que la del Ecce Homo, por lo que constituirá desde ahora el pórtico de la Semana Santa en Tui. La imagen se había encargado en 1609 por el obispo fr. Prudencio de Sandoval para coronar las nuevas rejas del Altar Mayor. A finales del siglo XVIII, como nos indica en su testamento de 26 de Agosto de 1798 el Dr. D. Manuel Vallejo de Rivera, Canónigo Lectoral del cabildo catedralicio, se guardaba en la Sala Capitular por falta de sitio, por eso dispone en su última voluntad que a su costa se haga un altar en la antigua capilla de San Benito y se coloque en él.

El Siglo XX

La Semana Santa vive una etapa de esplendor en la primera mitad de siglo –la hermosa imagen de la Dolorosa del escultor Querol llega en 1910- en especial durante los años cuarenta y cincuenta, como sucede en otras ciudades gallegas, pero que está seguida de un estancamiento y posterior decadencia, que probablemente aquí se anticipa como consecuencia del cambio de residencia del Obispo, y del subsiguiente traslado de la Curia y el Seminario Mayor a Vigo en 1959. Desde 1961 dejó de salir la procesión del Ecce Homo y desde 1962 la del Smo. Cristo de la Agonía.

Sin embargo a partir de 1974 se inicia un movimiento que tiene como objetivo sacar los actos de Semana Santa del marasmo en que habían caído. Un grupo de personas se pusieron a ello con entusiasmo, no sin dificultades, hasta que finalmente consiguieron en 1983 revitalizar la Hermandad de la Santa Casa de Misericordia, incluyendo algunos años más tarde en la procesión del Encuentro la talla del Ecce Homo, que volvió a recorrer la calles de la ciudad como antaño.

Gracias a la decisión del Cuerpo de Protección Civil de Tui, volvió a salir el Calvario compuesto por la hermosa talla del Cristo de la Agonía, flanqueado por la Virgen y San Juan.

Además, la procesión femenina que antaño conducía de noche a la Virgen de la Soledad desde San Francisco –donde se recogía tras la procesión del Santo Entierro- hasta la catedral, se trasladó a la mañana del Sábado Santo, cerrando con ello el ciclo procesional, si bien cambiando recientemente la imagen catedralicia por la que, consecuentes con sus devociones marianas, introdujeron los franciscanos en la urbe tudense.

Unas iniciativas que, unidas al dinamismo que en los últimos años el Obispo en unión con el Deán y cabildo han insuflado a las ceremonias que se desarrollan en la catedral, consiguieron devolver el viejo esplendor a las procesiones y actos conmemorativos de la Semana Santa de Tui, abriendo así las puertas a un esperanzado mañana.

Sin embargo, en un acto como el que hoy nos congrega aquí, no todo puede quedar reducido al recuerdo del pasado. La Semana Santa de Tui es también un tema de presente, que debemos considerar, sobre todo, con la vista puesta en el futuro. Cuando uno acude al archivo y consulta los viejos papeles de las cofradías, se encuentra con algo más que con folios raídos por el tiempo y letras desvaídas por la humedad; bajo el polvo de los siglos sigue alentando viva la fe de aquellos hombres y mujeres que hicieron de la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo y del acompañamiento de María en su dolor, motivo central de su existencia. Una fe y una dedicación que hemos recibido en herencia. No obstante no estamos hablando tan sólo de tradición, de hábitos, de costumbre; todo eso nos remite simplemente a la rutina y al folklore, y aquella desaparece por cansancio y éste acaba por desvanecerse cuando nuevas modas lo vacían de contenido.
Estamos viviendo el que ha sido proclamado por el santo padre Benedicto XVI como el Año de la Fe, y en su carta apostólica Porta Fidei nos indicaba que esta convocatoria es (y cito) “una invitación a una auténtica conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios en el misterio de su muerte y resurrección ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados”.
A lo largo de las próximas semanas vamos a rememorar acontecimientos de gran trascendencia para la Humanidad y para nuestra vida como cristianos, la Pasión y Muerte de Cristo ofrecida por Éste al Padre como expiación por nuestros pecados en una muestra de profunda obediencia, de Amor y de confianza, como manifestó el propio Jesús en la cruz recitando el salmo 21. Una conducta que debería movernos a reflexión y a una generosa respuesta a la invitación de la Cuaresma como tiempo de penitencia y renovación espiritual, para llegar así transformados a la Pascua y poder celebrar plenamente la Resurrección de Cristo, que nos anuncia nuestra propia resurrección. Resurrección simbólica y real; por un lado la del hombre nuevo muerto al pecado de la que nos habla San Pablo en su carta a los Romanos. Pero también la resurrección física, pues la victoria de Jesús sobre la muerte nos recuerda, como dice la hermosa canción compuesta por D. Cesáreo Gabaráin, “que la muerte no es el final del camino  y que no somos carne de un ciego destino”.
Pero nuestro objetivo no debe ser sólo de carácter personal. La Iglesia nos llama también a implicarnos en un proceso de nueva evangelización, en palabras del Papa Benedicto XVI, “para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”. No se trata de que nos convirtamos en predicadores, sino de que sigamos el camino de nuestros mayores y demos testimonio con el ejemplo.
Existe en muchas parroquias de Galicia una bella tradición que es muy antigua, pues ya aparece recogida en las sinodales del siglo XV y de principios del XVI. Los niños con frecuencia tenían dos madrinas; la de pila y aquella que lo llevaba en brazos hasta la puerta del templo. Mi tía Alcina, que había desempeñado esa función alguna vez, decía que su papel había sido tan importante como el otro, pues, aseguraba con no disimulada satisfacción, “eu fun quen lle ensinei o camiño da igrexa”. Nuestros mayores no sabían nada de viejas ni de nuevas evangelizaciones, pero la practicaban todos los días. Hagamos como ellos, aprovechemos las procesiones de Semana Santa para, con nuestra conducta, demostrar su importancia a aquellos que sólo ven en ellas tradición folklórica y pasatiempo turístico; llevemos a ellas a nuestros pequeños, y, como antaño, aprovechemos su rica catequesis para introducirlos en el conocimiento de los misterios esenciales de nuestra fe, poniendo en práctica las palabras del salmo 33: “gustad y ved, que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él”. Así haremos buenas las palabras de Benedicto XVI cuando hace referencia “a la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida”. En efecto, es el ejemplo de nuestros padres y de nuestros abuelos el que nos reúne aquí, demostrándonos la validez de sus principios y, por encima de todo, de la fe que depositaron en la doctrina de Cristo, Camino, Verdad y Vida para el cristiano. De igual manera será el testimonio de nuestra fe lo único que garantice que dentro de cien o doscientos años, cuando nuestra memoria se haya perdido, como la de aquellos que nos precedieron, otros en este lugar sigan manteniendo viva su fe y la ilusión de sostener tan frescos y dinámicos como siempre los ideales de la Semana Santa de Tui. Que así sea.

Muchas gracias por su amable atención.


Tui, 17 de Marzo de 2013

Comentarios

Entradas populares de este blog

CONCIERTO EN LA CATEDRAL DE TUI DEL “IMPERIAL COLLEGE CHAMBER CHOIR” EL PRÓXIMO MARTES 26 DE SEPTIEMBRE

Pieza del mes de noviembre 2011: Virgen de la Expectación

Eduardo Cadenas y Dolores Balseiro distinguidos con la orden pontificia de San Gregorio Magno

Pregón da Semana Santa de Tui do ano 2024 polo profesor Xosé María Lores Pérez

Altar de la Expectación