Pregón de la Semana Santa 2019



PREGÓN SEMANA SANTA TUI 2019
Capilla Reliquias – Catedral de Tui
10 de abril de 2019




Estamos ya en los días previos a la Semana Santa y me gustaría que este pregón fuese un canto, como recoge el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua en la definición de esta palabra “pregón”, un discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella.
¿Y qué vamos a celebrar? mis queridos amigos, es preciso decirlo una y mil veces: el Misterio Pascual de Jesucristo, su Pasión, Muerte y Resurrección. El centro de la historia de la humanidad, el axis de la historia del hombre, la calve de tu y mi historia personal, pues es la referencia primaria al misterio de Jesús, revelado y manifestado en la vida personal y colectiva, lo que otorga sentido a la existencia humana convirtiéndola en una manifestación del amor gratuito de Dios encarnado en la persona del Hijo, Jesús.
Pero antes de entrar en el contenido del pregón rogaría que me permitierais tres digresiones o comentarios que serán una especie de “introito”.
En primer lugar, es obligatorio mi agradecimiento a la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús y Santa Casa de Misericordia así como a la Asociación de Amigos de la Catedral de Tui por su invitación para pronunciar este pregón de Semana Santa, por lo que me siento altamente honrado, pues no me encuentro otros méritos más allá de mi querencia por esta ciudad y su Catedral. Agradecimiento que se concretiza en las personas de Jorge Gonçalves Murta y Eduardo Cadenas con Dolores Balseiro. Cada uno desde su colectivo, son los auténticos animadores y sostenedores de nuestra Semana Santa. Su ilusión, su capacidad de entusiasmo, su entrega generosa, su anonimato… son un servicio a la comunidad nunca lo suficientemente valorado. Especialmente mi gratitud, y querría que fuese también la de los tudenses, a las muchas personas que desde esta Cofradía colaboran con generosidad estos días en la organización de todos los actos y eventos. Para ellos, junto a la Agrupación de exmiembros de Protección Civil, nuestro reconocimiento más sincero y agradecido.
Gracias también a D. Luis Quinteiro, nuestro pastor, por su presencia una vez más entre nosotros, así como a nuestro alcalde, Carlos Vázquez Padín, por acompañarnos en este acto. Gratitud que extiendo al Cabildo de esta Catedral así como a las demás autoridades y especialmente al público que nos honra con su asistencia.
Pero situados en esta Catedral, no quiero dejar de hacer una referencia de gratitud hacia una persona a quien le debo muy buena parte de lo que pueda expresar en este pregón; pues gracias a su prolongado ministerio he podido con los años ir creciendo en la fe y en el amor a Tui. Me refiero a Ricardo García Fernández, Don Ricardo para todos, tan estrechamente vinculado, durante más de cuatro décadas, a nuestra parroquia y especialmente a esta Catedral. Quiero dar gracias a Dios por los dones que a mí y a tantas personas el Señor nos ha regalado a través de Don Ricardo. En mi caso junto a la vecindad física, mi casa está a escasos metros de la suya, está el haber caminado con él durante casi 40 años en una pequeña comunidad Neocatecumenal que él impulsó en nuestra parroquia. Presbítero para nosotros y hermanos con nosotros, parafraseando a San Agustín. De él he recibido el amor por la Palabra de Dios, el descubrir a Dios que también nos habla especialmente en la historia, el amor a la Iglesia como madre y el amor a la liturgia, con una singular referencia a la Vigilia Pascual, centro y culmen de la Semana Santa. Posiblemente, D. Ricardo fue el primer presbítero de la diócesis en celebrarla toda la noche, esperando al lucero del alba en esa noche santa, allá por el año 1978. Vaya para él mi recuerdo emocionado y agradecido, y mi oración por él así como la de tantos tudenses.
En segundo lugar, tengo que confesar una inquietud. En Tui es muy difícil, me resisto a decir prácticamente imposible, vivir la Semana Santa. La inmediata celebración de nuestras fiestas patronales en honor de San Telmo inunda la ciudad de atracciones, puestos, anuncios festivos, música ambiental, etc.  Resulta, en consecuencia, extremadamente difícil crear un ambiente que ayude a la vivencia personal, a la reflexión, a la oración, a la tranquilidad que requieren estas celebraciones… Pero el lamento no puede ser ocasión ni para la condena ni para la desesperanza. La potencia de las jornadas que nos disponemos a celebrar es tal… que supera cualquier dificultad pues como dice la carta a los Hebreos: nosotros no somos gente que se arredra… (Hb. 10.39) y nos toca, en este momento histórico, enfrentarnos a un proceso de secularización de enorme potencia y, en consecuencia, a un tiempo de transición en nuestro modo de vivir la fe, especialmente en sus manifestaciones públicas, a las que no queremos renunciar sino conservar e impulsar.
Los tudenses tenemos una muy grande riqueza en las celebraciones de nuestra Semana Santa… pero quizás por esta dificultad de vivenciarla no somos conscientes del tesoro que encierran las diversas expresiones de estos días sacros en nuestra ciudad. Pocos lugares de Galicia tienen un acervo de tal dimensión y, paradójicamente, tan escasamente valorado por nosotros mismos.
Hace unos años ocupó esta misma tribuna el profesor y amigo Domingo González Lopo[i] que hizo una detallada enumeración de las referencias históricas de las celebraciones de nuestra ciudad, igualmente los estudios de Ernesto Iglesias han ilustrado con amplitud esta temática. Solo expondré unos datos. La primera referencia documental de actos en torno a estas fechas centrales de la vida cristiana corresponden sin embargo a Suso Vila, que recoge la existencia, en las primeras décadas del siglo XV, de una procesión en la “sesta feira dante Ramos”, en lo que hoy llamamos Viernes de Dolores, aunque esa fiesta litúrgica no se implantará en la iglesia hasta muy avanzado el siglo XV. Una devoción a la Mater Dolorosa iuxta crucem lacrimosa que ha llegado hasta la actualidad con la procesión de la Dolorosa, celebrada tradicionalmente en la medianoche del Viernes Santo y desde hace décadas al alborear el Sábado Santo.
En estos siglos bajo medievales, el protagonismo en la religiosidad del pueblo lo lideran las órdenes mendicantes, de los franciscanos y dominicos, impulsando con la “devotio moderna” donde el culto a la pasión de Cristo busca traer esperanza en aquel momento histórico tan dramático de guerras y pestes.  En ese contexto está la tradición de la ceremonia del Desenclavo que, en Tui conservamos en el convento de Santo Domingo, usando –hasta hace pocos años- la figura de Cristo articulado existente en la parroquial de San Francisco recientemente sustituido, para acompañar la predicación con imágenes que acerquen al pueblo a los misterios de la fe.
En la época barroca, con el impulso reformista del Concilio de Trento, se enriquecen las celebraciones con nuevos desfiles procesionales y sermones e incluso conservándose, pese a la presión contraria de autoridades civiles y eclesiásticas, diversos autos sacramentales de los episodios de la pasión del Señor. Desfiles procesiones tudenses, donde se mantenían los disciplinantes de época medieval, y se incorporan imágenes y devociones bajo los auspicios de Cofradías, como la de Nuestra Señora de la Soledad (1645) o la del Dulce Nombre de Jesús (1647), o de los frailes franciscanos que llegan a Tui en 1642 y que fundan la Venerable Orden Tercera en 1703.
Paralelamente en la Catedral se mantienen las celebraciones litúrgicas, especialmente las relacionadas con el Jueves Santo y la reserva eucarística en el Monumento, ceremonia ya recogida en las constituciones sinodales del obispo Diego de Muros de 1482. Ahora se amplía su esplendor con el encargo de un nuevo Monumento contratado en 1775, y del que todavía podemos disfrutar, constituyendo hoy, por su rareza, una de las joyas de nuestra catedral. Dotado de un magnífico programa iconográfico en torno a la Eucaristía, este retablo movible es una joya única en las catedrales hispanas, y merece que se recupere el montaje de la totalidad de su estructura, ahora incompleta a la vista de fieles y turistas.
Unas celebraciones que siguieron, con el paso de los años, incorporando novedades como fue la representación del Huerto de los Olivos, cuya primera noticia data de 1818. Un centenario que ha pasado inadvertido para la mayoría de los tudenses… que insisto vivimos un tanto ajenos a estas celebraciones, pero como podemos comprobar son el testimonio vivo de una tradición con muchos siglos de permanencia.
Son las vivencias infantiles en torno a las celebraciones de la Semana Santa las que quedan indeleblemente en la memoria y nos ligan permanentemente con esta tierra y sus gentes. El domingo de Ramos con ropa de estrena, la procesión de los pasos portando los numerosos estandartes que nos distribuían las Enriquetas a todos los niños en la antigua Rectoral, el sonido seco de las lanzas de los romanos resonando en las viejas rúas empedradas que ligaban emoción y temor, la procesión del Entierro rigurosamente solo para hombres, la matraca catedralicia, los altares cubiertos por telas moradas, la visita devota a las iglesias… así nos ayudaban nuestros padres, benditos ellos, a vivir estas fechas y gracias a esta transmisión de la fe en el ámbito doméstico estoy hoy pronunciando este Pregón. Es vital continuar con esta transmisión en el ámbito doméstico.
En nuestra ciudad esta enriquecedora combinación de fe y cultura, de religiosidad y tradición, es, además de una de nuestras señales de identidad. Un tesoro que los tudenses conservamos como legado secular y que conforma un excepcional atractivo que enriquece nuestro patrimonio cultural, que, no olvidemos, comprende no solo los monumentos materiales sino también estas manifestaciones efímeras o intangibles.
Pero quizás los propios tudenses no acabamos de tener conciencia de las potencialidades de estas jornadas, donde un legado de siglos es anualmente renovado y transmitido de generación en generación, como expresión de un acervo histórico que nos singulariza. El patrimonio no comprende únicamente las piedras centenarias y bellamente talladas de nuestra Catedral o del conjunto histórico tudense, de similar categoría son estas tradiciones seculares que expresan la continuidad histórica de una comunidad humana que ha sabido conservar y legar las expresiones de su vida común, especialmente su fe. Ahora nos cabe a nosotros la responsabilidad de esa continuidad y enriquecimiento. Cando numerosos municipios valorizan expresiones de esta semana de pasión que carecen de tradición histórica y que reproducen estereotipos de otras zonas de España, en Tui poseemos esta tradición propia, con variadas manifestaciones, que reclama una mayor valorización colectiva y explorar su capacidad de atractivo tanto espiritual como turístico. Es un reto colectivo para el que apelo a todos y de modo especial a nuestras autoridades.
Pero resulta evidente que esta riqueza espiritual y de patrimonio intangible, que es nuestra Semana Santa, brega, en este momento histórico, frente a la secularización, a la indiferencia religiosa y a las nuevas expresiones de la religiosidad popular. He aquí el reto que estamos llamados a asumir. Pero para ello necesitamos revitalizar el espíritu que animó a tantos de nuestros predecesores y que encontraba en las celebraciones de la Semana de Pasión y Pascua el centro de su dinámica de vida que fueron expresando, al compás de los tiempos y la cultura de cada época, con unas expresiones culturales y devocionales que han llegado hasta nosotros.

Querría pues que este pregón de la Semana Santa, el anuncio de estas próximas celebraciones que tienen su centro en el Triduo Pascual, nos adentrasen a descubrir el profundo significado que estas manifestaciones encierran más allá de las simples imágenes, de los cortejos procesionales, etc…  Y este pregonero se confiesa en esta tarde un mero portavoz, un ya gastado paño completamente desdeñable, que con sus palabras quiere desvelar la visión de los acontecimientos salvíficos de los que haremos solemne memorial en unas fechas.
Y lo hago también desde la conciencia, ante todo, de llamado por el Señor para formar parte de su Iglesia y desde mi condición personal de historiador, de aquel que busca descubrir tras los acontecimientos las grandes constantes, la dialéctica que configura de modo permanente la realidad humana y social. No podemos olvidar que la existencia, personal y colectiva, toma cuerpo en los acontecimientos vividos en un espacio o lugar y en un tiempo concreto donde se desarrollan nuestras vidas. Pero tampoco podemos olvidar que la propia existencia es un don, una gracia que todos recibimos, y desde esta dimensión nuestra vida es un canto agradecido por este regalo. Porque una existencia vivida sin esta dimensión corre el riesgo de ser una vida sin gracia, de ser des-graciada.
Frente a los mitos y las ideologías, la historia, como expresión de la trayectoria vital o colectiva, no puede desvincularse de la Gracia que la ilumina y plenifica dándole una dirección y sentido. Solo el Amor creador de Dios, como realidad ajena y externa a nosotros mismos, y por tanto no manipulable, es la roca segura donde encuentra sentido y explicación la dinámica histórica de la Humanidad. La historia es pues la Revelación en el tiempo del misterio de Dios, de su Gracia amorosa y creadora, y la expresión temporal, dinámica pero permanente, de su Amor infinito por el hombre, por cada hombre.
Descubrir este sentido profundo en nuestra historia, individual y como pueblo, es encontrar un rio de agua viva que da sentido a lo que hemos heredado, a lo que somos y al futuro que legaremos a nuestros descendientes. Para ello es preciso profundizar en este río histórico, oculto a nuestros ojos, pero que fecunda la historia, para que nos lleve hacia la fuente de donde mana el agua viva que es el Amor de Dios.
Tradicionalmente, la creación, la naturaleza, contemplar un paisaje como el que se divisa desde esta Catedral, balcón abierto a un paraíso terrenal  escribió Miguel de Unamuno[ii], ha sido y es la mejor ventana que nos ha abierto el corazón, mediante la belleza, a la trascendencia. Ciertamente ahí podemos contemplar su magnificencia y grandiosidad. Este estremecimiento ante lo sorprendente y lo bello es lo que llamamos felicidad que se expresa de modos muy diversos. Pero nada es parangonable a la sublime belleza de la santidad de Dios en el corazón de los hombres, que han sido creados para ella y no descansan hasta hallarla. Y esta santidad encarnada es Jesucristo que es la cima de toda la creación de Dios, Él es la Belleza absoluta y el hombre que vive de la gracia de Dios es el único capaz de contemplarla y admirarla en plenitud, es la fe quien nos abre al descubrimiento de esta belleza, de esta santidad.
Dios es el primer artista, el primer creador, el creador por excelencia y así, como artista y creador primario, es la fuente de toda belleza. Toda creación es previamente Palabra (y dijo Dios: “haya luz”, y hubo luz… Gn. 1, 3). Dios hace las cosas con belleza, su Palabra crea belleza y es su luz quien nos permite contemplarla y gustarla; Dios es siempre fecundo, creador, es siempre amor… sin amor no hay arte, no hay belleza, no hay creación. La belleza es expresión y contemplación del Amor creador de Dios. La belleza es Dios.
Pero el pecado ha deformado nuestra mirada, la percepción de este Amor y de esta belleza, pero no nos lo ha arrebatado completamente, aunque necesitamos la luz de Cristo para que todo recupere su sentido y esplendor como expresión de amor. Todo arte es llamada, expresión, anhelo y contemplación de este Amor gratuito que en Cristo resucitado adquiere plenitud y belleza. Y la Iglesia es la portadora de esta belleza expresión de Amor (“Mirad como se aman[iii]). Todos estamos llamados a contemplar y gustar esta Belleza que nos habla de Dios.
Este pregón quiere ser una invitación a descubrir, a contemplar esta presencia amorosa de Dios entre nosotros, que nos interpela continuamente, tantas veces frente a nuestra indiferencia o sordera. Este mismo pregón lo tenemos en la propia arquitectura de esta Catedral y en las celebraciones que nos disponemos a vivir, en ambos tenemos esta Palabra que nos llama, que busca crear, mejor recrear, nuestra existencia.
Me permitirán una larga cita de Su Santidad Benedicto XVI que nos ayuda en esta intención: las obras maestras en el campo del arte nacidas en Europa en los siglos pasados son incomprensibles si no se tiene en cuenta el alma religiosa que las inspiró. Marc Chagall, un artista que siempre testimonió el encuentro entre estética y fe, escribió que "durante siglos los pintores mojaron su pincel en el alfabeto colorido que era la Biblia". Cuando la fe, especialmente celebrada en la liturgia, se encuentra con el arte, se crea una sintonía profunda, porque ambas pueden y quieren hablar de Dios, haciendo visible al Invisible
La fuerza del estilo románico y el esplendor de las catedrales góticas nos recuerdan que la viapulchritudinis, el camino de la belleza, es una senda privilegiada y fascinante para acercarse al misterio de Dios. Dice San Agustín ¿Quién hizo estas cosas bellas, aunque mudables, sino la Belleza inmutable?" (Sermo CCXLI, 2: p l38, 1134).
Queridos hermanos y hermanas, concluía S.S Benedicto XVI, que el Señor nos ayude a redescubrir el camino de la belleza como uno de los itinerarios, quizá el más atractivo y fascinante, para llegar a encontrar y a amar a Dios[iv].
Nos disponemos pues a celebrar en las próximas semanas la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, su Pascua. Celebramos no ya el recuerdo del sacrificio en la cruz de Cristo sino la culminación, también en el hoy, de la historia de la salvación que desde los inicios Dios ha puesto en marcha para dar a conocer su amor entrañable y misericordioso hacia cada hombre, la expresión de esta belleza divina.
También nuestra Catedral, que se aproxima al octavo centenario de su consagración, proclama a través de la belleza de sus expresiones artísticas el misterio de la fe. Nuestra Catedral expresa el depósito de la fe, que por medio de los obispos ha llegado a nosotros y que en nuestro caso la tradición liga directamente con la figura del apóstol Santiago como evangelizador de la Hispania romana y con sus discípulos, Epitacio y Evasio, que por transmitir esta fe, esta experiencia de la presencia amorosa de Jesucristo en su vida transformada, entregaron su vida como mártires, nuestros primeros mártires, cuya sangre ha sido fecunda. Es pues nuestra Catedral el signo visible, granítico diríamos, de esta ligazón que nos une en la misma vivencia con los que nos han precedido porque es esta experiencia lo primero que nos transmite este templo que hoy nos acoge.
Cuando accedemos a ella desde su puerta principal, nos encontramos con la estructura de su Portal Novo que en las columnas exteriores contienen la representación de la escena de la Anunciación (que reitera la ya previa del tímpano del pórtico catedralicio). Este pasaje de la escritura que refiere el encuentro entre un ángel, un enviado de Dios, y la joven María de Nazaret y la experiencia de transformación que María experimenta al aceptar una Palabra enviada por Dios. Aceptando aquel anuncio del Ángel concebirás y darás a luz un hijo… porque para Dios nada es imposible (Lc. 3, 31.37), María se conmueve interiormente, dando crédito a este anuncio con su fiat, hágase en mi según tu palabra (Lc. 2, 38) comenzó a crecer en su propio interior una nueva vida, la vida misma, el propio Creador de la Vida, Jesús, la Palabra hecha carne… expresión de amor y de belleza.
Ha sido la escucha y aceptación de esta Palabra la que ha creado una novedad en la vida de María, porque escuchar la Palabra es entrar en comunicación con la fuerza creadora que tiene en si misma esta Palabra de Dios (dijo Dios, Haya un firmamento.. e hizo Dios el firmamento (…) Dijo Dios: produzca la tierra vegetación… y así fue (…) Dijo Dios “Haya luceros en el firmamento celeste… y así fue (Gn. 1, 6. 9. 14). Esta Palabra que sale de la boca de Dios entra en comunión con la persona que la acoge, no como una mera idea, sino en un encuentro creativo donde la fuerza del don divino, gratuito y gratificante, transforma y re-crea la existencia, disponiéndola a entrar en un espacio de comunión con esta gracia que redimensiona la existencia personal, donde como expresa tan bien San Pablo en su carta a los Romanos: ya no soy yo quien vive, es Cristo que vive en mi (Gal. 2, 20).
En la propia portada se nos recuerda pues que para acceder al edificio sagrado, a la Catedral, donde se celebra sacramentalmente a Cristo, es imprescindible que tú que entras también hayas vivido la misma experiencia que la joven María de Nazaret… que hayas acogido el anuncio de la Palabra de Dios en tu vida y que este anuncio por ti aceptado haya recreado tu propia existencia, te haya redimensionado… pues la fe más allá de la adhesión a verdades abstractas, más allá de una ideología, es una experiencia vital, un encuentro personal con esta Palabra que es Jesús mismo que se anuncia y revela permanentemente mediante los ángeles que el Señor envía a tu encuentro. Esta experiencia de encuentro y recreación es la llave que revela el misterio de Dios en nuestra propia existencia y transmitido en esta Catedral y en las ceremonias de la Semana Santa que nos disponemos a celebrar.
Esta Revelación expresada en este pórtico a través de la belleza artística en las figuras del Antiguo y Nuevo Testamento que encontramos en la base de las arquivoltas que lo enmarcan. Dios ha conducido a su pueblo de Israel, como paradigma para todos los pueblos, enviándoles a los patriarcas y profetas, como portadores de su Palabra; algunos de ellos representados en esta portada. En los extremos Moisés a través de quien Yahveh entregó a su pueblo la alianza y su expresión, las diez palabras de vida o mandamientos y así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión… (Dt.5, 33). En el otro extremo el rey Salomón que construyó el templo donde estaba la Shekhiná o presencia de Dios y que era el orgullo del pueblo judío: en este templo pondré mi nombre para siempre, mi corazón y mis ojos estarán en él por siempre (1Re 9, 3). ContinúaIsaías, que profetizó: Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llevará por nombre Emmanuel (Is.7,14) o Jeremías quien anunció: Suscitaré a David un germen justo, reinará un rey prudente, practicará el Derecho y la justicia en la tierra (Jer. 23, 5). Continua con la representación de Daniel que también profetizó El Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, ni cederá su soberanía a otro pueblo (Dn. 2. 44) y culminan estas figuras con San Juan Bautista, el precursor, el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no soy digno de llevarle sus sandalias, Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego (Mt. 3,11) y San Pedro, tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti de daré las llaves del Reino de los cielos (Mt. 16, 18-19). Dios ha ido revelando su designo amoroso a lo largo del tiempo para prepararse un pueblo que acogiese su Palabra hecha carne.
La propia arquitectura de este pórtico catedralicio, flanqueado por estas figuras y su anuncio nos conducen al centro del tímpano de entrada a esta Catedral donde aparece la representación del Nacimiento de Cristo, del alumbramiento de la Virgen María en primer plano… en una curiosa escena, nada común, donde el humilde portal de Belén, recordado por las figuras del buey y la mula, es sustituido por una cama con dosel, propia de los reyes y señores, y donde es representado el Nacimiento de Jesús por que Cristo es Rey y Señor desde su nacimiento…pero enfajado, recordándonos que este Emmanuel que ahora nace es el mismo que será de nuevo enfajado al depositar su cuerpo en aquella tumba que nadie había usado…
Esta fachada nos hace presente el misterio de la Encarnación de Cristo, que nuestro Dios es un Dios histórico, no una entelequia, que aquel que existía desde el principio que era Dios inmortal e inmarcesible, no retuvo ávidamente su dignidad, sino que se hizo hombre…(Flp. 2, 6) para estar más cerca del hombre y en un lugar concreto y en un momento temporal preciso, porque Dios se encarna en la historia y en el tiempo dice San Agustín Dios se ha hecho hombre por ti (…) celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro tan breve y temporal (Sermón 185: PL 38, 997-999).
Y el propio tímpano, esculpido por habilidosas manos llegadas seguramente de allende los Pirineos para ofrecer la primigenia expresión del incipiente gótico en toda la Península, nos ilustra la condición necesaria para acceder a este misterio, a este gozoso descubrimiento, que los patriarcas y profetas anunciaron y aguardaron, de que en aquel infante estaba Dios mismo, su Palabra hecha carne poniendo su morada entre nosotros para que podamos contemplar su gloria. Solo los que acogen la Palabra acceden a este descubrimiento; José que escucha en sueños a Dios y no repudia a María, los pastores que dan crédito a los ángeles y en aquel recién parido encuentran al dador de vida, o los Reyes de Oriente que descubren la llamada de Dios en aquella estrella que no conoce el ocaso y les lleva el encuentro con la Sagrada Familia… quien no escucha esta voz Herodes “El grande”, rey de Judea, que desprecia el anuncio del Salvador que le ofrecen los Magos por su doblez de intención.
Pues solo quien se deja interpelar por la Palabra hecha carne, que es Cristo mismo presente entre nosotros, manifestación plena de la suma belleza que es la Verdad, el Amor entregado a los hombre en este Niño, accede a su contemplación, accede al encuentro transformador con su gracia vivificante… que la iglesia conserva a través de los sacramentos a los que accedemos en este templo que tras contemplar esta catequesis pétrea nos acoge.
Un tránsito que podemos ver también como una imagen del tránsito vital en que todos nos encontramos, del camino de la vida que el hombre transita, de esta peregrinación temporal en la cual la gracia divina nos ayuda a través de la Iglesia como madre y maestra…
Históricamente lo primero que nos encontrábamos al flanquear las puertas de la catedral, en un sencillo altar del trascoro, era la figura de San Miguel (hoy desplazada al lado derecho junto a la entrada catedralicia). Porque la vida, hemos de leerlo a través del arte, no podemos olvidarnos es una lucha, un combate
En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que se ocupa de tu pueblo (Dn. 12, 1), de la defensa de los inscritos en el Libro de la Vida frente al enemigo, al príncipe del mal que hace la guerra a los hombres… entonces se estableció una batalla en el cielo, Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron pero no vencieron (Ap. 12, 7-8). Necesitamos la protección de Miguel en nuestra vida para el combate de la fe en que estamos todos inmersos
Y si continuáramos avanzando en la visión de esta Catedral nos encontraríamos con una pieza artística de gran belleza, como el Cristo de la Agonía, una obra en la línea escultórica de la escuela castellana, del siglo XVII que estuvo muchos años colocada sobre el enrejado de la Vía Sacra en el centro de la Catedral. Su visión nos conduce directamente a los misterios que nos disponemos a celebrar. Es una figura de Jesús en la cruz, en los momentos de su agonía final, cuando sabiendo que todo estaba consumado entrega su vida al Padre culminando su misión, recitando el estremecedor salmo 21 que no es una oración desesperada sino plena de esperanza y confianza. La imagen del Crucificado, como dice el Papa Benedicto XVI, nos ha llevado al Gólgota, a los pies de la cruz, para revivir su pasión y compartir la alegría fecunda de la resurrección. Dejémonos invadir de la luz del misterio pascual y, como los discípulos de Emaús, aprendamos a discernir la verdadera realidad más allá de las apariencias[v]
A esto les invito yo a lo largo de las próximas jornadas del Triduo Santo de la Pascua de Jesucristo a ver más allá de las apariencias, a que las ceremonias litúrgicas y para-litúrgicas nos lleven más allá del sentimentalismo, de la compasión hacia este hombre torturado e injustamente crucificado, de la pena por su sacrificio, de la admiración por su coherencia… La belleza decíamos antes y todas estas celebraciones, con sus expresiones litúrgicas y artísticas, están realmente dotadas de belleza estética, la belleza decíamos exige entrar en la contemplación, que nos habla a lo profundo de nuestro ser…  desde este pregón mi invitación es a contemplar estos últimos días de la vida terrena de Cristo que contienen en cada gesto, en cada acto, la capacidad recreadora de Dios en la vida de cada hombre, para recrear la belleza que entraña el amor gratuito de Dios.
Empezaremos celebrando, el próximo domingo, la entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén, en la ciudad del rey, aclamando por todos como Mesías, Rey y señor… la gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino, otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino y gritaban: Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor  (Mt, 21, 8-9) reconociendo a Jesús como Mesías, como el enviado del Padre para salvar a su pueblo… Nosotros portaremos en nuestras manos una palma, actualizando aquellas aclamaciones de los judíos, y nuestras palmas hablan por nosotros, pues las palmas son el símbolo de la victoria de Cristo, símbolo de proclamar su reinado en nuestras vidas que nos lleva a confesarlo con nuestra propia existencia, tantas veces muriendo para el mundo, siendo mártires en Cristo, perdiendo aparentemente la vida por Cristo y por el prójimo. En el rito procesional, lleno de bullicio y alegría, el Señor nos llama descubrir este mensaje profundo, de su llamada a confesarlo en nuestra existencia, así lo proclaman las palmas que portamos en esta jornada.
El miércoles santo nuestra iglesia tudense celebra la Misa Crismal con la bendición de los óleos santos y la renovación de la vocación presbiteral, expresión de la comunión con el Pastor de nuestra diócesis.
Una triduo pascual que se abre con la gran celebración del Jueves Santo, donde comenzamos el gran memorial de Jesucristo, de su Pasión, muerte y resurrección… que no es únicamente una rememoración de los acontecimientos vividos en Jerusalén hace dos mil años, en la plenitud de los tiempos, sino que hacer presente, en este lugar y en este tiempo, la entrega de Cristo, la más alta expresión de belleza, de amor que ha existido en la historia de la humanidad, pero también en mi historia y en tu historia…
Un Jueves Santo donde recordamos la cena pascual de Cristo, que se arrodilla ante sus discípulos, para verle a cada uno, y en ellos a cada hombre, directamente a los ojos y lavarle los pies, signo de servicio y entrega, que en Israel tiene una profunda significación esponsal… Cristo se entrega hasta hacerse uno contigo y conmigo, a través del sacramento eucarístico de su cuerpo entregado y partido y su sangre derramada.Qué más puedo yo esperar de alguien que se entregue por mí, que se done gratuitamente para mí.
Estos acontecimientos que celebramos estos días son, ante todo, la respuesta de Dios al sufrimiento de la humanidad, al sufrimiento de cada hombre, al tuyo y al mío… pues el hombre, creado por Dios como don y gracia para la plenitud, para vivir, para amar… se encuentra cada día con una experiencia, que queriendo ser feliz no lo alcanza, que queriendo vivir se encuentra con la muerte, no ya física, sino ontológica, del propio ser… dice San Pablo, realmente mi proceder no lo comprendo, pues no hago lo que quiero sino lo que aborrezco (…) queriendo hacer el bien, es el mal el que me sale al encuentro (…) y si hago lo que no quiero, no soy yo quien actúa, sino el pecado que habita en mi (Rom. 7, 14-25). Esta es la trágica realidad del hombre, de la humanidad, su incapacidad para amar, que nos hace vivir en una continua frustración, pues estamos incapacitados para perder la vida por el otro, para amar en su pleno sentido, para entregarnos, para donarnos, para crear belleza, para vivir de esta belleza de Dios.
Por ello Cristo viene a cumplir, enviado por el Padre una misión trascendental para cada hombre: compartiendo nuestra sangre y nuestra carne, nuestra humanidad mediante su encarnación, fue enviado por el Padre para reducir a la impotencia mediante su muerte al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir al Diablo, y liberar a los que por temor a la muerte estaban de por vida sometidos a esclavitud (Hb. 2, 14-15).
Pues Dios no es indiferente a esta situación del hombre, a esta esclavitud en la que vivimos, al pecado que gobierna nuestra existencia y para ello ha enviado a su Hijo. Frente a nuestros pecados, frente a nuestras injusticias, frente a nuestras deslealtades, frente a nuestros odios y rencores… Dios ha hecho un juico que ha sido el perdón y la misericordia para ti. Pero para ello ha enviado, en el tiempo histórico, a su Hijo que ha cargado con las consecuencias de tu pecado y del mío, del pecado de la humanidad, para que tú y yo, para que todo hombre, pueda acogerse a este perdón y esta misericordia.
Por ello te invito a contemplar nuestra Semana Santa como expresión de como el más bello de los hombres, el mismo Hijo de Dios, el que ha creado, ha tomado nuestra condición. Te invito a ir más allá de las meras imágenes que con devoción de portan por nuestras calles. Te invito a lo largo de estos días a la contemplación de estos misterios, a contemplar a Dios manifestado en la historia, a dejarte interpelar por él, a dejarte habitar por él a lo largo de estas jornadas. Dice San León Magno: el verdadero venerador de la pasión del Señor tiene que contemplar de tal manera, con la mirada del corazón, a Jesús Crucificado que reconozca en el su propia carne. (Sermón 15 sobre la Pasión del Señor).
Contemplemos a Cristo recordando lo que anunciaba el profeta Isaías: despreciado, marginado, hombre doliente, como de taparse el rostro para no verlo. Despreciable, un Don nadie. ¡Y de hecho cargó con nuestros males y soportó nuestras dolencias! Nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y humillado. Mas fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera y fuimos curados con sus heridas. Todos errábamos como ovejas, cada uno marchaba por su camino y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros (…) mi Siervo justificará a muchos pues las culpas de ellos soportará.(Is. 53).
Los pasos procesionales que contemplaremos nos hablan, más allá de la mera belleza estética de las imágenes sagradas que con esfuerzo y entrega transportan los cofrades, de otra belleza más escondida que es el amor de Dios que tiene su máxima culminación en estas jornadas.
Jesús en el Huerto de los Olivos, contemplemos un diálogo dramático de oración filial de Cristo, renunciando a su propia voluntad, a su propia vida: Abba, Padre, todo es posible para ti, aparta de mi esta copa, pero que no sea lo que yo quiero sino lo que quieres tu (Mc 14, 36) mientras sus discípulos, tu y yo, dormimos. Se decide el futuro de la humanidad y nosotros dormimos, ajenos a este momento crucial de la historia que Jesús, conociéndonos, ha asumido en su condición humana. La belleza del Huerto que contemplamos cada año en la Capilla de la Misericordia, con los magníficos dibujos del escasamente reivindicado artista tudense Eduardo Padín, impresiona con el silencio solo interrumpido por el sonido del agua y el aroma del laurel que acompaña a aquel momento de sufriente combate de Jesús que antecede a su detención y pasión.
Jesús, ya detenido, sentado en el Pretorio, el Ecce Homo que contemplamos en la procesión de los Pasos, nos muestra, más allá de los padecimientos provocadas por las torturas a las que era sometido, la debilidad de la condición humana que es asumida por el Hijo de Dios, por un Jesús cuya cabeza coronada de espinas expresa la crucifixión de la razón, en aras de la obediencia ala voluntad salvífica del Padre (Si puede que pase de mi esta hora, pero si para esto he venido… Mt. 26, 39). Sus golpes son nuestra curación, su obediencia es nuestra salvación…
Una redención que se manifiesta en la cruz, el mayor signo de ignominia para cualquier persona de aquel momento histórico, que Jesús porta y con ella las cruces de la humanidad, los sufrimientos, las esclavitudes, de todos y cada uno de los hombres… Un espléndido paso de Cristo articulado, que hasta tres veces cae en tierra, abatido por el peso y el dolor aún con la ayuda de Simón de Cirene.
Sola una mujer desafía a los soldados, a los sacerdotes y escribas, y se acerca a Jesús para enjugar su rostro, este “vero – rostro”, “vero-icono” queda estampado en su paño. El escritor y ensayista francés Paul Claudel ruega así a la Verónica que se ha acercado a Jesús, rompiendo con valor el círculo mismo de la muerte que se ha formado en torno a Él, tomando el rostro del Señor entre sus manos: Enséñanos, Verónica, a desafiar el respeto humano. / Porque, aquel para quien Jesús no es solo una imagen, / sino una persona verdadera, / llega a ser para los demás hombres desagradable y sospechoso. / Su proyecto de vida es distinto, sus motivos no son los de ellos. / Hay siempre algo en él que se les escapa/ y parece de otro mundo[vi].Contemplar, en la Plaza de San Fernando, a la Verónica con su gesto, nos transmite que quien se acerca a Jesús sufriente, quien se acerca a quien en nuestros días asume el pecado de los hombres como Jesús, reflejará con su vida el verdadero rostro de Dios, que es el Amor gratuito y entregado…
Dicen los Evangelios que solo algunas mujeres acompañaron a Jesús hasta el pie de la Cruz en el Gólgota y junto a ellas solo Juan, el discípulo amado. Y así figura en nuestra procesión de los Pasos, solo María y Juan se encuentran con el Varón de dolores. Y tiene lugar uno de los momentos más sublimes, en medio del drama que es la Pasión de Cristo, en que nos entrega a los hombres, a ti y a mí, a los que como Juan hemos quedado dormidos y no hemos acompañado a Jesús, a los que al ver las espadas de los soldados y tribunos hemos huido, pues a Juan y en él a todos los hombres, Jesús nos entrega a María como madre, expresando nuestra filiación adoptiva. En Tui está representada con una bella talla, una de los últimas obras del famosísimo – en su tiempo- escultor catalán Agustín Querol, plena de dramatismo e intensidad
El Sermón del Encuentro es una oportunidad excepcional para contemplar en reposado silencio estas escenas de la Pasión de Cristo, que con su aparato para-teatral son una magnífica ocasión para la transmisión de los misterios de la fe, para conocer los principales episodios de estas jornadas santas. Durante siglos los tudenses hemos conservado esta ceremonia llena de significación.
Continuaremos nuestra contemplación en la noche del Viernes Santo con el Sermón del Desenclavo y la procesión del Santo Entierro, desde la iglesia de Santo Domingo a la de San Francisco, acompañando a Jesús en la urna donde su cuerpo inerte es depositado para su traslado al sepulcro nuevo que nadie ha estrenado todavía… Jesús muerto, muerto el que es la Vida misma, pero también de nuevo entremos en la contemplación… descubramos las realidades que se encierran en ese cuerpo despojado de vida. 
El cual , desdeñando la ignominia por nuestra salvación, y hecho obediente al Padre, se rebajó incluso a la muerte, para que habiendo el Salvador dado su vida por nosotros y en nuestro lugar, pudiera a su vez resucitarnos de entre los muertos, vivificados por el Espíritu Santo; situarnos en el domicilio celestial, abiertas de par en par las puertas del cielo y colocar en presencia del Padre y ante sus ojos, aquella naturaleza humana, que desde tiempo inmemorial se le había sustraído huyendo de él por el pecado (San Cirilo de Alejandría, homilía pascual 5).
Este Santo Entierro pues nos introduce en la jornada en que Iglesia entera contempla a Jesús y en que, como decimos en el Credo, Jesús desciende a los infiernos.
¿Qué es lo que sucede?, dice una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado, Un gran silencio envuelve la tierra: un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio por que el Rey duerme. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción el abismo. Va a buscar a nuestro primer padre como si este fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y Eva (…) Yo soy tu Dios, les dice, que por ti y por todos los que han de nacer me hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los encadenados: “Salid” y a los que se encuentran en tinieblas “Iluminaos” y a los que duermen: “Levantaos”…
No está Jesús inerte en su urna mortuoria, ni en su sepulcro, sino que desciende, en ese día y en todos los días en que se actualiza su misterio de salvación, a los infiernos de la humanidad, a los abismos de tu vida, a la oscuridad de mis pensamientos… para dar esperanza al caído, rescatar al esclavo de cualquier poder, liberar a los oprimidos por el mal, a los condenados por cualquier pena, a los que no reconocen en su vida la belleza de la gracia y del Amor… para recrear nuestra existencia
Entramos así en la plenitud de la Revelación pues, como afirma San Hipólito de Roma, para eso se entregó totalmente a la muerte, para matar en si mismo esa fiera voraz y deshacer el nudo insoluble…(Homilía 6 en la Pascua 1,5) y en la noche santa de la Pascua entraremos en la contemplación gloriosa de la historia de la salvación, de que la vida humana, personal y colectiva, tiene una dirección, un fin, un destino que le da sentido y plenitud… poder proclamar en nuestra existencia lo que proclama el Pregón Pascual que Él ha pagado por nosotros al Eterno Padre la deuda de Adán y derramando su sangre, canceló el recibo del antiguo pecado (…) ¡que asombroso beneficio de tu amor por nosotros!, ¡que incomparable ternura y caridad!  ¡Para rescatar al esclavo, sacrificaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Oh feliz culpa que mereció tan grande Redentor!
Este Pregón quiere acabar con este anuncio dichoso de la Pascua, de la victoria de Cristo sobre la muerte, sobre el poder del pecado que tenía a la Humanidad sometida a la esclavitud… la experiencia de la vida recreada por Cristo en cada uno de nosotros, en cada persona que acoge su Palabra, adquiere en la Pascua su plenitud… Po que la Semana Santa, el sacrificio de Cristo, su cruz, tu cruz, mi cruz… solo tienen sentido porque existe la resurrección, porque la carga insoportable que significa la vida sin gracia ha sido transformada en esta noche, en la Pascua, en el rosto glorioso de Cristo que ilumina nuestra existencia para que podamos conocer la belleza, pues en esta Pascua se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino, podemos contemplar este Amor victorioso que transforma todo…  exulten por fin los coros de los ángeles, goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero pues esta noche santa, ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos. ¡Que asombroso beneficio de tu amor por nosotros! (Pregón Pascual)
Y si recuperamos nuestra inicial visión de la Catedral, donde contemplamos al Cristo de la Agonía instalado sobre el enrejado del coro catedralicio, no olvidemos que tras esa imagen desolada de Jesús, se anunciaba ya el misterio pascual de Cristo que, vencedor de la muerte, llama a todos los hombre a participar de esta misma victoria, a vivir de la belleza de la gracia recreadora de Dios. Un anuncio que podemos contemplar en la figura de Santa María asunta al cielo que preside nuestra Catedral. La nueva Eva, rescatada como Adán del abismo del seol en la resurrección de Cristo, se nos presenta glorificada como primicia de la Humanidad, para contemplar la misma gloria a la que estamos llamados, a compartir ya desde ahora la vida eterna que Cristo nos ha ganado con su Pasión, muerte y resurrección.
Dispongámonos a preparar estos días santos, estos días de contemplación del misterio del Amor de Dios, no nos quedemos, como proclamaremos en la profesión de fe pascual, en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, que son una ayuda para conocer este amor victorioso, sino que todo ellos, las celebraciones litúrgicas y para-litúrgicas de estos días nos lleven a contemplar al más bello de los hombre, que se ha enamorado de cada uno de nosotros, y se ha entregado a la muerte para que tú y yo podamos ser recreados por su gracia, que es más grande que todas nuestras culpas.
Vivir la Semana Santa es actualizar, de modo efectivo y eficaz, el misterio de la salvación de Cristo en la vida de cada uno de nosotros. Junto a la devoción piadosa que aflora en estos días, junto a la asistencia a unos ceremoniales y procesiones que expresan nuestra fe, llenos de acervo cultural y religioso, junto al esfuerzo sacrificado que supone portar andas y pasos… no olvidemos contemplar la historia de la salvación que estos días actualizaremos, no olvidemos contemplar nuestra propia historia y existencia a la que Jesús con su Pascua viene a dotar de plenitud, viene a embellecer con el don de su gracia, de su amor gratuito, viene a elevar, a trascenderla para descubrir en ella la expresión de su designio amoroso… la historia personal y colectiva, la de Jesús y la de cada hombre, nos conduce al encuentro con el Padre que nos recrea, nos abre a una nueva dimensión, a conocer su amor que embellece la propia vida y existencia.
Preparémonos con devoción a estos días que se acercan, acojamos la gracia que se nos anuncia… contemplemos esta historia, el culmen de la Salvación redentora de Dios para con los hombres, mantengamos este acervo cultural y litúrgico que nos llevan a conocer más intensamente los misterios de la fe. Como decía un egregio tudense, Monseñor Lago González en uno de sus hermosos poemas:
Ai Cruz, única esperanza
da santa Pasión no tempo,
dalle máis gracias ao xustos
e borra os crímenes dos reos.
Fonte de ben, Trinidade,
que todos te alaben a heito[vii]


Rafael Sánchez Bargiela
Tui, abril 2019


[ii] En “Junto a las Rías Bajas de Galicia” en Andanzas y visiones españolas.

[iii] Frase que la Tradición de la Iglesia atribuye a los paganos que conocían a las primeras comunidades cristianas.

[vi] En cit. en: Ecce Homo, p. 135, tomado de Conferencia de Monseñor Ricardo Blázquez en  IV Encuentro Nacional de Mujeres Cofrades 2011 - Medina del Campo (Valladolid): Mujeres en la pasión de Jesucristo: La Verónica. 5 de noviembre de 2011 en http://www.archivalladolid.org/documento.php?Clave=201111AB

[vii] Poema “Vexila Regis” en Lago González, Manuel: Poesía Galega. Recollida e presentada por Xosé Filgueira Valverde. Santiago, 1966.

Para la elaboración de este pregón se han tomado en consideración diversas fuentes bibliográficas, entre ellas especialmente Vila Morera, Francesc Xavier: Barcelona, Paseo de Gracia. Guía turística histórico-catequética. Barcelona, 2018


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